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Llegó de nuevo la hora de hincarle el diente al pez chupasangre, y paladear su dulcísima hemoglobina en venganza por los muchos mordiscos que dió a lo largo de su acuática vida.
Este año fué el turno de Pontevedra, y para ello reservamos mesa para 20 en el Restaurante Casa Digna. Antes de llegar al lugar del lampreicidio, aclaramos las papilas, primero con un vinillo en el habitual Borona y luego con unas pintas de cerveza irlandesa en la carpa sita en la Alameda en conmemoración del St. Patrick's Day.
Ya en posición de ataque, nos enfrentamos a los entrantes: gambas a la plancha, unos chipirones insuperables y zamburiñas al ajillo. Para acompañar crustaceos y moluscos, un afrutado albariño Señorío de Rubiós.
Tras los sabores marinos, llegaron las cazuelas humeantes en las que reposaban difuntos los siniestros animales preparados con la clásica receta bordalesa, de los que dimos cuenta acompañados del también clásico arroz. Cabe reseñar que una de las lampreas llegó muy corta de cocción (juraría que la ví mover el rabo...), pero una vez devuelta a la cocina y puesta al fuego un rato, volvió en su punto y mas sabrosa si cabe que las anteriores.
Como hay gente que todavía no se ha atrevido con el feo plato, pidieron las carnes y pescados apetecidos, para terminar con los postres, cafés y abundantes licores. Dado que nos habíamos quedado solos en el comedor, aprovechamos para templar las gargantas, tirar de guitarra, y obsequiar a sillas y mesas vacías con un par de horas de concierto, tras lo que abandonamos el local para tomar unos refrescos en un bar cercano.
En la euforia inicial, habíamos planeado cenar en un furancho de Marcón, pero el cansancio y la pesada digestión nos obligaron a dejarlo para otro día.
