"Courel dos tesos cumes que ollan de lonxe
eiquí síntese ben o pouco que é un home"
Con la llegada del otoño y sus colorines, no hay que perderse el
Caurel, así que nos fuimos a pasar un fin de semana turístico-gastronómico-festivo, aprovechando que se celebraba en Seoane la
XX Fiesta de la Castaña.
Empezamos comprando unos décimos de suerte en Piedrafita (
de ilusión también se vive) y cenando en
O Cebreiro (S. Giraldo) antes de entrar en O Caurel, para recuperarnos un poco del largo viaje.
Al día siguiente, tras el sueño reparador, venciendo la resistencia de Germán, que había observado preparativos pulpeiros y ansioso se negaba a alejarse demasiado, partimos hacia la
Fervenza de Vieiros, pasando por el
Castillo de O Carbedo y su FENOpegote, Visuña con sus hermosos paisajes, y el tradicional aperitivo de
Casa Carrete, en A Seara.
Una vez en Seoane, con Germán a punto del síncope, calmamos el mono con unas raciones de pulpo en el Bar Gloria y nos llegamos a
O Pontón, donde el amigo Manolo nos preparó su famosa carne en el artístico entorno del establecimiento.
Al volver nos pasamos por
Moreda y Parada, en busca de los orígenes de la inspiración de Novoneyra y María Mariño.Ya por la tarde, degustación de castañas y vino en el recinto ferial, y cena en el Acampamento O Caurel. A la vuelta, gran ambiente en el pueblo, donde nos administramos unas dosis de combinados, asustados por la siguiente noticia aparecida en la prensa.
La cosa se complicó hasta altas horas de la madrugada, gracias al combustible ingerido, y nos retiramos felices y aliviados en la seguridad de que jamás enfermaremos por esta causa.
A la mañana siguiente, resacosos y somnolientos, recogimos los bártulos y salimos hacia
Vilar, con visita a su peculiar museo etnográfico y al impresionante castro. Y vuelta hacia
Vilamor, buscando el acostumbrado jabalí con castañas y demás delicias que sirve Carlos en
Casa Dosinda, no sin antes consolar los estómagos con unos Martinis en
Catuxo (Valdomir).
Ya en franca retirada, tomamos unos cafés e infusiones en
Casa da Aira, en Froxán, antes de internarnos en el término de Pobra de Brollón, por donde llegamos de nuevo al mundo real.
Todavía quedan muchos sitios por visitar en la sierra, pero eso se tratará en capítulos venideros.
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