El pasado domingo tocó comida bajo la parra de Campañó, con motivo de la celebración de mi 53 compleaños.
Con un día espléndido, pusimos mesa en los jardines exteriores para degustar los alimentos preparados para tal ocasión: bueyes de Francia repletos de sus aromáticas carnes, excepcionales camarones de la ría y un estofado de pollo casero, preparado con la gigantesca ave (mas de cinco kilos) traída oportunamente de tierras villalbesas.
De postre, tarta de la abuela con sus velitas, y como siempre, cafés, licores y guitarra para entonar una larga lista de canciones, como siempre, mientras recibía mis regalos: un moderno delantal cocinero, una camiseta, unos gallumbos para la faneca brava y una bonita y ligerísima prenda de abrigo, pa cuando lleguen las nieves invernales.
A destacar que los últimos rezagados nos encontramos la puerta de salida precintada que nos costó bastante trabajo abrir, para descubrir que unos vándalos que el diablo confunda, habían empaquetado totalmente con papel film el lujoso automovil de Germán (la venganza será terrible).