MARISCADA FINISTÉRRICA

Hasta las occidentales costas donde el sol bucea cada día, dominio indiscutible de los amiguetes Ana y Ray, nos desplazamos para nuestra cita anual con el percebe atlántico, que alli vive y muere hervido en el emblemático restaurante Don Percebe, como su propio y marino nombre indica.

Fuimos en esta ocasión 10 los comensales, que tras varios vermuts aperitivos en la soleada terraza de O Trebón nos aposentamos a la hora convenida en el comedero anteriormente mencionado  para disfrutar de las especialidades crustáceas y moluscas de las tierras del poniente.

Renunciamos esta vez al segundo plato en beneficio de los espectaculares primeros con que nos obsequian cada año, desfile mariscófilo compuesto de los imprescindibles percebes, longueiróns a la plancha, almejas a la marinera, pulpo con cachelos y riquisimas nécoras, todo ello regado por incontables botellas de ribeiro Pazo do Mar y aderezado con refrescantes postres helados y estimulantes cafés y chupitos.

Para pasar la tarde, decidimos embarcarnos en un crucero para respirar la brisa marina y poder ver en primera fila la prodigiosa puesta de sol. Tomando unos refrescos, permanecimos en el barco hasta que el astro se hundió como cada día en el Atlántico, para después tomar la penúltima en una terraza del puerto.

Ya camino de casa, intentamos infructuosamente conseguir cena en todo cuanto garito quedaba abierto por el camino. Desgraciadamente, en todas partes nos negaron el pan y la sal, por lo que tuvimos que obviar la vespertina costumbre y continuar viaje.

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CATA Y MERENDOLA Y MOTOR DE ARRANQUE

  Hacía tiempo que no visitábamos nuestro furancho de cabecera en Ribadumia (A de Siso), organizamos una expedición a objeto de catar los vinos de la última cosecha (destacamos, además del impecable albariño, un perfumado y excepcional tinto de Barrantes). Acompañando a los alcohólicos líquidos, nos sirvieron el clásico menú de tortillas, pimientillas de Padrón y ensalada de la huerta, manjares a los que nunca cabe la mas mínima objeción.

  Al término, los cafés y gin-tonics especiales del Ché que nos dejaron relajados y satisfechos para afrontar la leve perturbación causada por el automóvil de Toño, que se negaba a encender a pesar de los gritos desesperados de "trata de arrancarlo, pordió", contingencia solucionada gracias a la inestimable ayuda de unos amables viandantes que nos socorrieron con su fuerza salnesiana en la sufrida tarea del empujar.

Una vez los motores en marcha, nos retiramos a fin de evitar males mayores (afortunadamente, como se vió en taller al día siguiente, la avería sólo dependía de un insignificante cable y no fué necesario el cambio de batería ó alternador, con lo que el amigo Toño pudo solucionar el atranco con una suma simbólica).

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CITA ANUAL CON EL ALBARIÑO

  Por fin llegó en este agosto la decocción alcohólica de las masas también llamada Festa do Albariño en Cambados. A su llamada acudieron los amiguetes a nuestra morada para celebrar la imprescindible cena previa al inevitable y caudaloso río de afrutados blancos de la tierra.

Como negras nubes amenazaban con pasarnos por agua (sustancia proscrita en día tan señalado), desistimos de cenar al aire libre y preparamos la mesa en el interior. Al menú previsto (empanada de zamburiñas, embutidos catalanes y tortillas de la fábrica de Anita) se añadió sorpresivamente un gran manojo de navajas fresquísimas, impagable donativo del amigo Juan de Marín, que las envió en representación de sí mismo, ya que no pudo asistir al evento, y que degustamos con fruición en su punto justo de plancha.

Terminado el ágape festivo con los cafés y licores habituales, llegó la hora de echarse a la calle y tras soportar un rato los maullidos de la Nena Daconte, tocó descorchar unas botellas, aunque la retirada fué a hora prudencial debido, según se comentó posteriormente, a la pésima calidad de los caldos servidos en el ferial (suerte que ya habíamos adelantado trabajo en la cena, con lo que los estómagos no hubieron de sufrir demasiado el temido ataque ácido de los mediocres vinos).

LA ATALAYA DE DOÑA CASILDA

Gran cena la que celebramos hace algunos dias en el muy noble castillo de Doña Casilda, con motivo de su onomástica.

En la mesa dispuesta en las almenas de la fortaleza, con privilegiada vista sobre la ciudad y ría de Pontevedra, nos obsequió a los numerosos asistentes con una procesión de sabrosos platos elaborados por ella misma y el prestigioso chef Javier en las cocinas de palacio, que degustamos con buen apetito y en animada tertulia.

Chocos con arroz, salpicon, mejillones en vinagreta, y otras muy variadas viandas, hicieron felices los paladares en perfecta unión y maridaje con vinos de calidad.

Con unas dulces tartas de chocolate y Santiago y la entrega de regalo, terminamos la cena celebrativa.

FELIZ CUMPLEAÑOS, CASI

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