
Como aperitivo, a propuesta de Esther y Juan, que gentilmente nos transportaron en su vehículo multiplaza, una muy peculiar taberna oculta en un ruinoso y siniestro pazo (nadie de este mundo sabe de su nombre o razón social), donde un curioso personaje nos sirvió entre telarañas y trastos viejos unos Azpilicueta's con unas magras de jamón. Luego nos acercamos al furancho del portugués, para tomar unas raciones a modo de cena.Al día siguiente, nos reunimos en Casa Ron, según estaba programado, para degustar el primer magosto de la temporada (suerte que Bego, aunque era domingo, milagrosamente consiguió castañas a ultima hora, ya que las que teníamos reservadas para el evento se habían agusanado ligeramente).
Complementóse el ágape con unos chorizos (D. O. Padrón) aportados por Ángela y el siempre sabroso flan de café de Begoña.
Todo esto en medio de un diluvio torrencial que combatimos a base de buen Rioja, el siempre digestivo blanco de la casa y fuego de chimenea, hasta que nos decidimos a regresar a nuestras madrigueras (casi a nado) al recordar el conocido aforismo:
1 comentario:
Muy pero que muy bueno.Cada día me sorprendes más.
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