martes, 5 de mayo de 2009

EL ORO DE ROMA

medulas Aprovechamos el puente de Mayo para ejecutar un viaje cultural-gastronómico que teníamos programado hace ya mucho tiempo a Las Médulas y el Valle del Silencio.

Una vez reservados alojamiento (Hostal Rio Selmo) y manutención , nos dirigimos hacia Ponferrada, ciudad que establecimos como base de operaciones para dicho recorrido. Como parada preliminar y con el objetivo de acumular fuerzas para trotar por los montes Aquilianos, nos detuvimos en San Esteban de Valdueza para disfrutar de un surtido de especialidades bercianas, como la famosa empanada de batallón, bacalao, cordero y chuletones varios en la tranquila terraza de "El Nogaledo". Tras la sobremesa, a los carruajes para adentrarnos en los ascéticos parajes y tortuosas vías del Valle del Silencio.

grupo El recorrido incluyó la obligada visita al monasterio de S. Pedro de Montes para luego llegar al cuidado y monumental lugar de Peñalba de Santiago, donde los mas arrojados facilitaron la digestión de las viandas anteriormente mencionadas con una fatigosa caminata hasta la Cueva de S. Genadio, mientras otros mas indolentes hicimos lo propio en la cantina del pueblo a base de varias también digestivas cervecitas frías.

casi Ya con el crepúsculo bien entrado, decidimos volver a la templaria ciudad a tomar unos godellos antes de cenar. Rematado ese trámite, llegamos al restaurante que habíamos reservado (Bodega de Noval) para rellenar los estómagos con un soberbio tapeo de sabrosas raciones típicas (revuelto de botillo, croquetas de ibérico, risotto de setas, y cecina, todo remojado con unas botellas de mencía Hombros, vinillo mas que aceptable sugerido por el camarero. También aceptamos sin tener la precaución de consultar precios otras cosillas fuera de carta (perretxicos y ancas de rana berciana, no asiática) que si bien estaban buenísimas, nos dieron un buen susto a la hora de la dolorosa, desequilibrando con su desorbitado precio la cifra final de la cena. Incautos que somos, que se le va a hacer.
suso Como las agujetas y el cansancio hacían mella en nuestros cuerpos, decidimos obviar las copas y retirarnos a dormir para poder estar en condiciones de afrontar el día siguiente con energías renovadas.

Amanecimos el sábado con un tiempo espléndido, dedicando parte de la mañana a un recorrido reposado por el Castillo del Temple, para luego dirigirnos a la inexcusable visita a la Herrería de Compludo. Como iba llegando la hora de la pitanza, marchamos hacia Cacabelos, donde teníamos reservada mesa, no sin antes hacer una parada técnica en Molinaseca para reponer líquidos.

cab La comida tuva lugar en el emblemático La Moncloa de San Lázaro (antiguo Prada a Tope), con un menú berciano en sus antiguos comedores, para después viajar hasta el Mirador de Orellán y su portentosa vista de Las Médulas, antes de internarnos en las idem propiamente dichas y tras su visita exhaustiva tomar el camino de regreso a las rías, cansados pero contentos.

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